Lie Zi |
1. La Fuerza (Li) le dijo al Destino (Ming): «Tu poder no puede compararse al mío». El Destino le replicó: «¿Cuál es tu poder sobre Los seres para pretender compararte conmigo?» La Fuerza le replicó: «Longevidad y muerte prematura, éxito y fracaso, nobleza y plebeyez, riqueza y pobreza, todo ello de mí depende». el Destino dijo: «La sabiduría de Peng zu no era superior a la de Yao y Shun, y sin embargo llegó a vivir ochocientos años. El talento de Yan Yuan no fare inferior al de la mayoría de Los hombres, y pese a ello murió a los treinta y dos años. La virtud de Zhong Ni no era inferior a la de los señores feudales, y sin embargo estuvo en grandes apuros en la frontera de Chen y Cai. La conducta de Zhou de Yin, no era mayor que la de los "tres virtuosos" (san ren) y con todo se mantuvo en el trono. Ji Zha no consiguió Wu en feudo, mientras que Tian Heng detentó el poder en el estado de Qi. Yi y Qi murieron de hambre en los montes Shou yang y el clan de los Ji llegó a ser más próspero que Zhan Qin.Si todo esto es obra de tu poder, dime por qué a unos les proporcionas longevidad y a otros una muerte prematura; por qué fracasan los virtuosos y triunfan los depravados; por qué humillas a los sabios y llenas de honores a los necios; por qué otorgas riquezas a los malos y pobreza a los buenos.» La Fuerza le respondio: «Si es como tú dices, eso significa que yo no tengo ningún poder sobre lo seres; y si los seres son así, eres tú el que así lo ha dispuesto.»
El Destino dijo: «Mi nombre es Ming;
no hay razón para hablar de disposiciones. Yo hago que progrese
lo recto y doy mi apoyo a lo torcido. Tan naturalmente espontánea
es la longevidad como la corta vida, el fracaso como el éxito, los
honores como la humillación, la riqueza como la pobreza. ¡Cómo
voy yo a poder saberlo! ¡Cómo voy yo a poder saberlo!»
2. Bei Gong zi dijo a Xi Men zi: «Aunque tú y yo somos de la misma edad, es a ti a quien favorecen los hombres; aunque somos del mismo linaje, a ti es a quien respetan; tenemos el mismo aspecto, pero es a ti a quien aman; son semejantes nuestras palabras, pero ellos actúan conforme a lo que tú dices; tu conducta y la mía son idénticas, y los hombres sin embargo sólo confían en ti; tenemos el mismo rango, y es a ti a quien honran; trabajamos igual la tierra, y a ti es a quien enriquecen. Tenemos Los mismos negocios y eres tú el que obtiene beneficios. En cuanto a mí, mi ropa es de burda tela, como pan negro, habito una choza y viajo a pie. Tú, en cambio, vistes elegante seda, comes arroz y came, vives en una amplia mansión y viajas en un carruaje tirado por cuatro caballos. En familia, me ignoras en tu alegria; en la corte, muestras en tu integridad una actitud arrogante hacia mí. Nunca nos visitamos, ni viajamos juntos, desde hace años. ¿Verdaderamente tu virtud es superior a la mía?» Xi Men zi le respondió: «Realmente no lo sé. Tú trabajas sin conseguir nada; yo trabajo y lo consigo. Eso prueba que se trata de dos naturalezas diferentes: una poderosa y otra débil. Sólo tu falta de perspicacia explica que te consideres igual a mí en todo».
Bei Gonz zi no supo qué responder y regresó, confuso, a su casa. En el camino se encontró con el maestro Dong Guo. Éste le preguntó: «¿De dónde vienes, tan solo y con ese aire preocupado y compungido?» Bei Gonz zi se lo contó. El maestro Dong Guo le dijo: «Voy a lavar la afrenta que te han hecho. Volvamos juntos». Llegados a casa de Xi Men, el maestro le preguntó a éste: «¿Por qué has ofendido de esa manera a Bei Gonz zi? Dilo sin ambages.» Xi Men zi explicó: «Bei Gonz zi dice que es mi igual en edad, en linaje, en aspecto, así como en hechos y palabras: y que, no obstante, yo le aventajo en honores y riquezas. Entonces yo le he dicho: Realmente desconozco la razón. Tú trabajas sin conseguir nada; yo trabajo y lo consigo. Eso prueba que se trata de dos naturalezas diferentes: una poderosa y otra débil. Sólo tu falta de perspicacia explica que te consideres igual a mí en todo.»
El maestro Dong Guo le rebatió: «Cuando tú hablas de poder y debilidad de vuestras naturalezas, te refieres a riqueza y pobreza de talentos y virtudes. En cambio, yo entiendo de manera muy distinta ese poder y debilidad. Bei Gonz zi es rico en virtud, pero su sino es pobre; tu sino es rico, pero eres pobre en virtud. Tus éxitos no son resultado de tu inteligencia, igual que los fracasos de Bei Gonz no se deben a su necesidad. Todo eso procede del cielo y no del hombre. Cuando tú te jactas de la riqueza de tu destino y cuando Bei Gonz zi se averguenza de la riqueza de su virtud, tanto uno como otro sólo demostráis vuestra ignorancia de las leyes de la naturaleza». Xi Men zi dijo: «¡Basta, maestro! No volveré a hablar así».
Vuelto a casa, cuando Bei Gonz zi se ponia su ropa de tela burda, le parecía tan confortable como si fuera de piel de zorro o de tejón; cuando comía sus verduras y legumbres se le hacian tan exquisitas como el más fino de los arroces, se sentía ahora en su cabaña como en un inmenso palacio; su carreta le parecía tan elegante como una carroza. El resto de sus años vivió feliz, sin preocuparse ya de si el honor o el oprobio eran su parte o la del otro.
Cuando el maestro Dong Guo se enteró
dijo: «Después de estar tanto tiempo dormido, una solo palabra
ha conseguido despertar a Bei Gonz zi y cambiarle de forma definitiva.»
3. Guan Yi wu y Bao Shu ya eran amigos y sentían un gran afecto mutuo. Los dos vivian en Qi. Guan Yi wu estaba al servicio de1 príncipe Jiu y Bao Shu ya servía al príncipe Xiao Bai.
El duque de Qi tenía muchas concubinas y sus hijos eran considerados como principes legítimos; el pueblo temía que esto ocasionara disturbios. Guan Zhong y Shao Hu fueron los primeros en retirarse con el principe Jiu al vecino estado de Lu; Bao Shu ya, a las órdenes del principe Xiao Bai, se refugió con éste en Ju. Luego Wu Zhi, nieto del duque, se sublevó y Qi terminó por quedarse sin soberano. A su vez el pueblo se levantó contra el usurpador y le dio muerte. Qi se encontró así sin soberano, entonces los dos principes iniciaron su lucha por el poder.
Guan Yi wu combatió a Xiao Bai en el camino de Ju. Una de sus flechas alcanzó al principe en la hebilla de su cinturón. Finalmente el principe Xiao Bai consiguió ser nombrado duque de Qi y entonces presionó al soberano de Lu para que matase al principe Jiu. Con éste también sucumbió Shao Hu; Guan Yi wu fue encarcelado.
Bao Shu ya dijo al duque Huan: «Guan Yi wu tiene talento para gobernar el Estado». El duque Huan le contestó: «Es mi enemigo y lo que yo deseo es su muerte.» Bao insistió: «Siempre se ha dicho que el rencor no es propio de un sabio soberano. Además, el que es capaz de ser dueño de sí mismo lo será también de los demás. Si aspiráis a convertiros en el más poderoso de los reyes, debéis recurrir necesariamente a Guan Yi wu. Tenéis que procurar que lo pongan en libertad.» El duque reclamó a Guan Zhong y Lu se lo entregó.
En camino hacia Qi, Bao Shu ya salió a su encuentro y le quitó las cadenas. El duque Huan, por su parte, le colmó de presentes y le situó en el rango superior del Estado, por encima del mismo Bao Shu ya. Se le confió el gobierno del Estado, y recibió el título de Zhong fu (venerable Zhong).
Más tarde el duque Huan alcanzó la hegomonía sobre los demás Estados, y Guan Zhong exclamó suspirando: «En mi juventud, cuando era pobre, realicé algunos negocios asociado a Bao Shu ya; a la hora de repartir los beneficios, me quedé con la mayor parte, y él, sin embargo, no me consideró un avaro: lo justificó por mi pobreza. Para él también elaboré proyectos que resultaron grandes fracasos, y nunca por ello me tuvo por un incapaz, pues sabía que éxito y fracaso dependen de las circunstancias. En tres ocasiones desempeñé un cargo, y las tres veces acabé destituido; él, sin embargo, no me consideró un inepto, ya que sabía que hasta entonces yo no había encontrado la ocasión favorable. En tres guerras combatí y en las tres huí derrotado; pero Bao Shu ya no vio en mí a un cobarde, sabiendo que tenia yo una madre anciana. A raíz de la derrota del príncipe Jiu, Shao Hu acompañó a su señor en la muerte y yo, encerrado en una oscura mazmorra, me encontré cabierto de oprobio.
«Pero Bao Shu ya jamás me ha considerado un hombre sin honor, pues sabe que yo no me averguenzo por pequeñeces y que mi única deshonra seria no conseguir que mi fama se extienda por el mundo entero. Mis padres me dieron la vida, pero es Bao Shu ya el que me conoce».
Hoy en día Guan y Bao , son celebrados
por su ejemplar amistad, y el principe Xiao Bai por haber sabido utilizar
hombres capaces. Pero de hecho, ni hubo ejemplar amistad ni utilización
de hombres capaces, pues ni siquiera hubo amigos ejemplares ni tampoco
un soberano que supiera utilizar hombres capaces. Shao Hu no podía
dejar de poner fin a sus días Bao Shu ya, al recomendar a la persona
idónea, tenía forzosamente que recomendar a Guan Zhong; Xiao
Bai, al dar un alto empleo a un enemigo, no podía hacer otra cosa.
4. Habiendo enfermado Guan Yi wu, Xiao Bai fue a visitarle y le dijo: «Vuestra enfermedad es seria, venerable Zhong no se puede sostener lo contrario. En caso de que se agravase ¿a quién debería contar los asuntos del Estado?» Yi wu le preguntó: «¿A quién querríais confiárselos?» «A Bao Shu ya», respondió Xiao Bai. Guan Zhong le dijo: «No; pues es un hombre de bien demasiado recto y demasiado honrado. Nunca se compromete con quien no es como él. Jamás olvida los defectos de una persona. Si le ponéis al frente del Estado, a vos os creará problemas y al pueblo le hará sentirse descontento . Al poco tiempo caería en desgracia ante vos.» «¿A quién puedo nombrar, entonces?», le preguntó Xiao Bai. «Si queréis seguir mi consejo, nombrad a Xi Peng. Vos estaréis libre de problemas y el pueblo no se rebelará. El se averguenza de no ser como Huang di y sólo siente lástima por quien no es como él. Sheng ren es quien comparte su virtud con los demás, y xian ren el que con los otros comparte sus riquezas. Quien hace alarde de su sabiduría ante otro, lo conquista siempre. Xi Peng no pretende enterarse de todo lo que ocurre en el país, ni pretende ver todo lo que pasa en su familia. Si tengo que daros mi opinión, nombrad a Xi Peng.»
De todo esto se sigue que Guan Yi wu no
pudo hacer otra cosa que rebajar a Bao Shu ya; y con respecto a Xi Peng,
no pudo dejar de ensalzarle. A veces se acaba por rebajar a quien antes
se ensalzó; el que al final es menospreciado en un principio fué
elogiado. Elogio y menosprecio cambian, independientemente de nosotros.
5. Deng Xi era muy hábil en el uso de argumentos; sabía elaborar discursos interminables. En la época en que Zi Chan estaba al frente del gobierno, él fué quien redactó el zhu xing que el estado de Zheng puso en aplicación. Criticó en repetidas ocasiones a Zi Chan, a quien dejó en ridículo. Zi Chan le hizo detener y ejecutar.
No se trata, empero, de que Zi Chan fuese
o no capaz de aplicar el zhu xing: no podía dejar de aplicarlo.
Tampoco es cierto que Deng Xi pudiese o no ridiculizar a Zi Chan: no podía
hacer otra cosa. Como tampoco se puede afirmar que Zi Chan podía
o no haber ejecutado a Deng Xi: no podía dejar de ejecutarlo.
6. Cuando se puede vivir y se vive, es un favor del cielo. Cuando se puede morir y se muere, es un favor del cielo. Cuando se puede vivir y no se vive, es un castigo del cielo. Cuando se puede morir y no se muere, es un castigo del cielo.
Se puede vivir o morir y se consigue vivir o morir. Otras veces no se puede vivir o no se puede morir y se vive o se muere. Sin embargo, que la vida sea verdadera vida y la muerte realmente muerte no depende ni del mundo exterior ni de nosotros mismos: todo es destino. Y esto es algo que escapa a la inteligencia del hombre.
Por eso se dice:
El dao del cielo se oculta en su ilimitada
inmensidad
Indiferenciado, indiviso, el dao del
cielo, se desplaza sin cesar.
Tierra y cielo no pueden contravenirle,
Sheng ren y xian ren no pueden modificarle
Espíritus y demonios (gui mei)
no pueden engañarle.
Todo lo realiza en silenciosa espontaneidad
Mantiene todo en equilibrado reposo,
impulsa y retiene.
7. Yang Zhu tenía un amigo llamado Ji Liang. Éste enfermó y a los siete días su estado era crítico. Sus hijos lloraban en torno a él; pensaron llamar a un médico.
Ji Liang le dijo entonces a Yang Zhu: «Mis hijos son tontos. Hazme, te ruego, el favor de componer una canción que les haga comprender».
Yang Zhu entonó la siguiente canción:
¡Cómo puede el hombre saber
lo que el mismo cielo ignora!
Del cielo no viene la ayuda, ni el
hombre es causa del mal;
¿Acaso no lo sabemos tú
y yo?
¡Qué van a saber el médico
o el brujo!
Los hijos no comprendieron el sentido de la canción y llamaron a tres medicos. Éstos se llamaban Jiao, Yu y Lu. Los tres reconocieron al enfermo.
Jiao dijo a Ji Liang: «En vuestro cuerpo se ha roto el equilibrio entre lo caliente y lo frío, se ha perdido la armonía entre vacío y plenitud. El origen de la enfermedad es la descompensación entre el hambre y la saturación, entre el placer y el deseo, entre el espíritu y las preocupaciones, entre el aburrimiento y la diversión. No es obra ni del cielo ni de los gui. A pesar de que el enfermo se encuentra muy grave, se puede curar». Ji Liang dijo: «Es un médico del montón; ¡que se vaya!»
A continuación Yu expuso su diagnóstico: «Desde el mismo embarazo tu qi fué insuficiente y fuiste amamantado en exceso. Esta enfermedad no es de hoy ni de ayer; se ha ido gestando gradualmente. No se puede remediar». Ji Liang dijo: «Éste sí es un buen médico, dadle de comer».
El señor Lu dijo cuando le llegó el turno: «Vuestra enfermedad no viene del cielo, ni de los hombres ni de los gui. Se formó al nacer, cuando se formó vuestro cuerpo. El que es dueño de la vida, también la conoce. Las medicinas no servirían para nada.» Ji Liang dijo: «Éste es un excelente médico, dadle una buena recompensa.»
Un día, de pronto, Ji Liang se curó por sí solo.
No es estimando altamente la vida como se la puede conservar; no es amando el propio cuerpo como se la trata mejor. Por otro lado, el desprecio por la vida no supone una muerte prematura, y la indiferencia respecto del cuerpo no lo debilita.
Esto parece absurdo pero no lo es.
Todo sucede por sí mismo: la vida viene por sí misma, la muerte viene por sí misma, atenciones e indiferencia vienen por si mismas.
Sucede también que uno aprecia su
vida y la conserva; que uno desprecia su vida y muere; que uno ama su vida
y la favorece; que uno desprecia la vida y se perjudica. Esto parece alga
lógico, pero no lo es. Se vive, se muere, se presta atención,
se desatiende, todo ello espontáneamente.
8. Yu Xiong conversando con Wen Wang dijo: «Nada se puede añadir a lo que es largo de suyo; nada se puede quitar de lo que es en sí corto. Ningún cálculo lo puede explicar.»
Lao Dan dijo a Guan Yin: «De la aversión
del cielo, ¿quién conoce la razón?» Significa
esto que no merece la pena discurrir sobre la voluntad del cielo y hacer
conjeturas sobre lo que es bueno y lo que es malo.
9. Yang Bu planteó la siguiente cuestión. En los hombres hay diferencias entre hermanos mayores y hermanos pequeños: difieren en edad, en forma de hablar, en talento, en aspecto. En cuanto a la duración de sus vidas, las diferencias son como entre padre e hijo; y como entre padre e hijo son las diferencias entre los de arriba y los de abajo, entre la fama y la mediocridad' entre el amor y el odio. Son cosas que no acabo de entender.
Yang zi le dijo: «Sé de un
adagio que ya conocían los antignos y que te voy a decir: no hay
que tratar de conocer lo que es naturalmente como es; es el destino. Ahora
todo es confuso, oscuro, complicado. Y así es tanto para el que
actúa como para el que se abstiene de actuar. Llegan los días
y luego se van; ¿quién se lo puede explicar? Todo es destino.
Ahora bien, el que acepta el destino no se preocupa ni de longevidad ni
de muerte prematura. Para quien acepta las leyes de la naturaleza ya no
existe ni verdad ni error. Para el que confia en su corazón, ya
no existe ni lo adverso ni lo favorable. Para el que confía en su
naturaleza, ya no existe seguridad ni peligro. Entonces se puede afirmar
que no hay nada en lo que se confíe ni nada en lo que se deje de
confiar: se ha llegado a la verdad. ¿Para qué ir? ¿Para
qué venir? ¿Por qué estar triste? ¿Por qué
estar alegre? ¿Por qué actuar? ¿Por qué no
actuar?»
10. En el Huang di shu se dice: «E1
hombre perfecto vive como muerto, se mueve como si estuviera encadenado.
No sabe por qué está aquí y tampoco sabe por qué
tendria que estar aquí. Ignora por qué se mueve y por qué
no se debería mover. Cuando los demás le observan no modifica
sus sentimientos y su comportamiento; y tampoco los modifica cuando las
gentes no le ven. Siempre solitario, se aleja y vuelve: siempre solitario,
sale y torna a entrar. Nadie puede retenerle.»
11. Cuatro clases de hombres conviven en el mundo: los astutos, los simples, los comedidos y los activos. Todos siguen su natural hasta el fin de sus dias sin entenderse unos a otros. Y cada cual considera haber alcanzado una profunda sabiduria.
Cuatro clases de hombres conviven en el mundo: los hábiles oradores, los pobres de espíritu, los tontos y los aduladores. Todos siguen su natural hasta el fin de sus días sin tratarse jamás. Y cada cual considera haber alcanzado la más ingeniosa de las habilidades.
Cuatro clases de hombres conviven en el mundo: los malvados, los sinverguenzas, los de juicio precoz y los burlones. Todos siguen su natural hasta el fin de sus días sin conseguir nunca despertarse los unos a los otros al verdadero conocimiento. Y cada cual considera haber adquirido un gran talento.
Cuatro clases de hombres conviven en el mundo: los hipócritas, los importunos, los osados y los vacilantes. Todos siguen su natural hasta el fin de sus dias sin criticarse unos a otros. Pero cada cual estima haber encontrado el mejor camino.
Cuatro clases de hombres conviven en el mundo: los mundanos, los solitarios, los autoritarios y los persuasivos. Todos siguen su natural hasta el fin de sus dias sin dignarse siquiera dirigirse una mirada. Y cada cual piensa estar más que los demás a la altura de los tiempos.
Ésas son las actitudes de la gente,
de aspecto tan variopinto. Y. sin embargo, todos siguen la via del destino.
12. Lo casualmente logrado parece logrado, pero no lo estaba al principio. Lo casualmente fallido parece fallido, pero no lo era al principio. De ahi que la confusión surja en el terreno de las apariencias. El que en este terreno tiene una clara visión, ni teme la desgracia exterior ni se alegra de su dicha interior.
Actuar en el momento oportuno, mantenerse pasivo cuando las circunstancias lo exigen, es algo que desconocen hasta los más inteligentes.
Quien confia en el destino tiene los mismos sentimientos hacia los demás que para consigo mismo. Quien no tenga los mismos sentimientos no podrá compararse al que pese a encontrarse' los ojos vendados y los oidos taponados, en lo alto de una roca frente a un abismo no se precipita en el vacío.
Por eso se dice: «Vida y muerte son obra del destino; pobreza y miseria son obra de las circunstancias. Lamentarse de la muerte prematura es ignorar el destino; lamentarse de la pobreza y la miseria es desconocer la acción de las circunstancias.»
No temer la muerte, no afligirse en la pobreza, es conocer el destino y adaptarse a las circunstancias.
Los hombres de gran inteligencia calculan
lo beneficioso y lo perjudicial, no juzgan sobre apariencia y realidad,
ni valoran los sentimientos de los hombres; y aciertan a medias y a medias
fallan. ¿Dónde radica la diferencia entre calcular y no calcular,
entre juzgar y no juzgar, entre valorar y no valorar? Sólo el hombre
que nada calcula, todo lo calcula; entonces alcanza la integridad sin sufrir
perjuicio, y sin embargo no sabe lo que es la integridad ni lo que es el
perjuicio. Perfección, no ser, perjuicio, todo viene por sí
solo.
13. El duque Jing de Qi hizo un recorrido por el norte del monte Niu. Al acercarse de regreso a la capital de su Estado, rompió a llorar: «¡Ay, tierra mía, qué hermosa eres! Llena de verdor, brillante de rocío. ¿Por qué la muerte tiene que separarme de esta tierra? ¿Por qué existirá la muerte? ¿A dónde irá mi humilde persona cuando te abandone?»
Kong, el historiador, y Liang Qiuju, que iban en su compañía, también se pusieron a llorar y dijeron: «Gracias a nuestro soberano tenemos una sencilla comida hecha de verduras y un poco de carne, y gracias también a él podemos viajar en un carromato tirado por un jamelgo, y sin embargo no deseamos la muerte. ¡Con cuánta mayor razón debe serle cara la vida a nuestro soberano!»
Yan zi fue el único que sonrió aparte. El duque se secó las lágrimas, miró a Yan zi y le dijo: «Hemos dado hoy un paseo que ha entristecido a mi humilde persona. Kong y Ju han llorado conmigo. ¿Por qué tú eres el "único" que ríes?»
Yan zi le respondió: «Si los grandes hombres (xian ren) no desaparecieran nunca, ahí estarian aún Dai Gong y el duque Huan. Si los hombres valientes nunca desaparecieran, ahí estarían aún los duques Zhuang y Ling. Si todos los soberanos vivieran hoy, vos malviviriais en el campo, vestido con una capa de bejuco y con un sombrero de paja en la cabeza. Viviendo de tan humilde manera, ni tiempo tendriais para pensar en la muerte. Además, no hubieseis podido subir al trono. Debido a esa alternancia por la que vivimos aqui para luego abandonar esta vida, habéis llegado a la condición de soberano. Vuestras lágrimas lo único que prueban es una falta de virtud (ren), una incomprensión de la naturaleza humana. Y así es como al ver un soberano carente de virtud y unos acompañantes que le adulaban siguiéndole la corriente, vuestro vasallo se ha tomado la libertad de sonreír para sí.»
El duque Jing se sintió avergonzado.
Levantó su copa como castigo, y para castigar a sus dos acompañantes
les hizo beber dos copas de vino a cada uno.
14. En Wei vivia un hombre llamado Dong Men Wu. Su hijo morió y él no mostró tristeza alguna. Su administrador le dijo: «No hay en el mundo amor como el que vos teníais a vuestro hijo, y ahora que ha muerto no manifestáis ningún pesar; ¿por qué?»
Dong Men Wu le contestó: «Yo
antes no tenía hijo, y en ese tiempo no estaba triste; ahora que
mi hijo ha muerto la situación es igual que antes que no lo tenia.
¿Qué razón hay para que yo me aflija?»
15. El agricultor saca provecho de las estaciones, el mercader busca el beneficio, el artesano trata de perfeccionar su técnica, y el funcionario intenta promocionarse; en todos estos casos actúan los impulsos de la voluntad.
Al agricultor unas veces le toca el agua
y otras la sequia, el mercader unas veces gana y otras pierde, el artesano
triunfa o fracasa en su obra, y el funcionario unas veces encuentra la
ocasión propicia y otras no; en estos casos actúa el destino.